miércoles, 1 de abril de 2009

El puente (6ª parte)

Quizás es que no estaba muy convencido de las bondades de volver a diseñar el puente pero, por más que miraba los libros no veía otra solución distinta. Ya estaba casi a punto de arrojar la toalla cuando, viendo unas fotos de un museo de la ciudad, se me ocurrió, en el museo tenían una esfera armilar en la que se supone que había trabajado Kepler y eso me dio la idea, el tablero del puente podía estar sujeto en tres semicircunferencias que se juntasen en el centro. El diseño tendía que recordar a esa esfera armilar como si estuviese cortada por la mitad.

Corrí a la mesa de dibujo para hacer un boceto del diseño y luego me senté delante de la pantalla del ordenador dispuesto a dejar asombrado al inquisidor.
De pronto sonó el teléfono, era Ana, estaba enfadada porque eran casi las seis de la tarde y no la había llamado, la contesté de mala manera quedando en llamarla más tarde, tenía que dibujar el proyecto del puente y ponerlo a calcular en el ordenador para comprobar que mi idea era buena.
Terminé de dibujarlo casi a las nueve de la noche y puse en marcha el programa de calcular la estructura, una de las ventajas de ser el jefe es que desde casa tenía acceso a todos los recursos del ordenador de la empresa, casi no podía esperar hasta la mañana siguiente cuando tendría los resultados.
Aproveché entonces para llamar a Helena para intentar quedar para tomar algo e ir al cine mañana, entonces comprendí que Ana tenía razón, me costó casi media hora convencerla para salir a cenar algo (tuve que amenazarla diciéndola que yo llevaba desde que me había levantado sin comer nada -lo que por otro lado era cierto- y que si no salía conmigo me parecía que tampoco iba a cenar) y a lo de ir al cine no le dio ninguna importancia, parecía increíble que fuera la misma Helena que yo conocía desde hace 35 años.
Después de hablar con Helena llame a Ana para tranquilizarla diciéndola que había quedado con Helena y que ya la contaría mañana como nos había ido, me di una ducha rápida, me vestí y salí a buscarla, la verdad, tenía ganas de contarla la historia del inquisidor, todavía me parecía increíble lo que me estaba pasando.
Después de recogerla decidimos que en lugar de ir a cenar a algún restaurante nos apetecía más dar una vuelta por su barrio y picar algo en algunos de los bares de la zona, ella decía no tener muchas ganas de meterse en ningún sitio cerrado durante mucho tiempo.
Durante todo el tiempo Helena estuvo de lo más normal, solo cuando le nombraba algo relacionado con los ordenadores parecía cambiar de cara, al final no pude evitarlo y le conté todo lo relacionado con mi proyecto del puente, a la Helena que yo conocía siempre le había interesado todo lo relacionado con mi trabajo, decía que mi trabajo tenía mucho que ver con sus estudios de Bellas Artes, sin embargo en cuanto me oyó hablar del inquisidor le cambió la cara. No pude evitar preguntarla que la pasaba.
(Continuará ...)