Nunca supe quien eras, todas las mañanas cuando salía de casa, me encontraba un poema tuyo escrito en una hoja pegada en mi puerta.
Yo te contestaba con otro poema escrito al otro lado del papel, que, siempre quise sin conseguirlo nunca, fuese digno del tuyo.
Algunas veces me quedaba escondido para ver si conseguía verte, pero siempre me vencía el sueño sin lograrlo.
Llegó el día en el que al despertarme corría a la puerta para buscarte, para ver que tenías que decirme, llegué a pensar que no podría vivir sin tus letras.
Intentaba adivinar a través de tus palabras como serías, si te gustaría lo mismo que a mí, como andarías, como serían tus ojos, tu mirada, como sonreirías, como tendrías el pelo, si preferirías el campo o la playa,...
Pero como todo se acaba, un día dejaste de escribirme, durante un tiempo fui yo el que deje notas, al principio en mi puerta y después en todas las que encontraba, para ver si contestabas, pero no, nunca obtuve respuesta.
Quiero pensar que te has tenido que ir a vivir a otra ciudad, no que me has abandonado por otro que sea mejor que yo, que escriba mejor que yo, que te comprenda mejor que yo.
Ahora mis letras las grito al cielo esperando que te lleguen y sepas que todavía te espero, que ya ninguna palabra consigue hacerme vibrar, que si supiera que no vas a volverme a escribir me olvidaría de leer, porque solo tus palabras merecen la pena.
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